Las 30 personas que murieron y las muchas que resultaron heridas no fueron las únicas víctimas del feroz ataque en un bar el martes por la noche en Veracruz: 20 niños quedaron huérfanos, según las autoridades municipales de Coatzalcoalcos.
Son los hijos de camareras y bailarinas del Caballo Blanco que murieron después de que los atacantes mojaron el interior del bar con gasolina antes de arrojar cócteles molotov dentro.
Una de las bailarinas, identificada sólo como Yurai, de 32 años, le había dicho a su madre unos días antes que pensaba dejar de bailar en el club para poder cuidar mejor a sus cinco hijos. Había planeado trabajar hasta que terminó de construir una casa y había ahorrado un poco de dinero para empezar un negocio.
Yurai era consciente de los riesgos asociados con trabajar en un lugar como el Caballo Blanco, pero la necesidad económica la había llevado a pasar seis años de su vida bailando allí.
Su madre dijo que estaba cansada de tener que bailar para extraños y que cada día era más difícil para ella ir a trabajar.
“. . me prometió que iba a dejar ese trabajo», dijo Rosa Villena. «Mi hija me dijo:’Te voy a decir algo, mamá: el trabajo que tengo es peligroso, muy peligroso, y si me pasara algo, quiero que cuides a mis hijos’. Por favor, cuídalos». Le dije que lo haría».
Villena nunca imaginó que la conversación profética sería la última.
Antes de trabajar como bailarina exótica, Yurai había sido ama de casa, pero su marido la golpeó y ella se vio obligada a abandonarlo.
«Estaba sola y no podía encontrar trabajo. Un día de la nada, después de semanas de búsqueda, me dijo que iba a ser bailarina de poste, pero que sólo bailaría. Me aseguró que sólo iba a ser temporal, pero como las cosas iban bien para ella, pasó seis años trabajando en el club. En ese tiempo, ella pudo construir esta casa», dijo Villena.
Ahora esos cinco niños por los que Yurai trabajó tan duro tienen una casa, pero ninguna madre que los críe en ella. Su abuela teme que no pueda proporcionarles la vida a la que están acostumbrados.
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